Sobre la religiosidad en Manuel de Falla

Página redactada por María Victoria Molina Fernández con motivo de la bendición de la lámpara votiva en recuerdo a Manuel de Falla.
Parroquia de San Cecilio. Granada, 27 noviembre 2022.


Francis Poulenc


En una entrevista en la que se elogia la sobriedad de El retablo de maese Pedro, Francis Poulenc da la siguiente noticia de su último encuentro con Falla, en una iglesia veneciana en 1932:

Nada más entrar en la iglesia, Falla se puso a rezar, y así como cuentan que ciertos santos en éxtasis desaparecen súbitamente de la vista de los profanos, yo tuve esa misma impresión con Falla. Al cabo de un tiempo, decidí marcharme, así que me acerqué a él y le golpeé suavemente el hombro. Me miró un instante, sin verme, y se sumergió de nuevo en sus oraciones. Salí de la iglesia, y desde entonces no lo volví a ver… Para mí esa última visión de un músico al que tanto he querido y admirado es… ¡como una especie de Asunción!11. POULENC, Francis. My Friends and myself. Londres, Dennis Dobson, 1963, p. 91.  .


Walter Starkie

Cuando llegué a casa de Falla en 1935, no lo había vuelto a ver desde hacía años. En el intervalo, la cara se le había demacrado, descarnado más aún. Yo me acordaba de él tal como lo había encontrado en 1921, aún con todo el ardor de sus creaciones, de la desenfrenada Danza del fuego y de El sombrero de tres picos, un intelectual enfrentado a un tropel e demonios andaluces. Ahora, era un monje ascético, cuya vida se desarrollaba entre meditaciones en su celda y ensueños en su jardín22. STARKIE, Walter. Spagne. Voyage musical dans le temps et l´espace. París, Rene Kister, 1959, vol. II, p. 150.   .


Juan María Thomàs

Los cantores iban leyendo el Ave María, colocados de espaldas de Don Manuel, que se había sentado al fondo de la sala. Dirigía yo sobre un pequeño estrado y a los pocos momentos vi como nuestro genial oyente se levantaba y con los ojos fijos en el coro, iba acercándose lentamente, moviendo la mano y llevando el compás. Andaba abstraído, como enajenado cual si estuviese soñando. Llegó hasta mí. Sin interrumpir el canto, le hice subir al estrado del cual bajé. Su mano seguía moviéndose… y los cantores seguían dócilmente sus movimientos sin previa advertencia alguna. Don Manuel dirigía con la mano, con la mirada, con el semblante. Más bien que dirigir, rezaba. Parecía tener en las manos un invisible rosario de lenguas de fuego. Y con él abrasaba las lenguas de los cantores que repetían alternativamente el fortísimo y pianísimo Santa María, Mater Dei… Terminó la lectura. Después del suavísimo Amén se produjo un silencio impresionante. Todos los ojos estaban húmedos y todos los corazones latían fuertemente. Y nosotros, después de presenciar esta demostración, podemos concluir: así sentía el Maestro la polifonía y la oración33. GONZÁLEZ BARRÓN, Ramón. Religiosidad y polifonía en la obra de Manuel de Falla. Madrid, Alpuerto, 1984, p. 14 y 15.   .


Francisco García Lorca

La ortodoxia católica de Falla y el escrupuloso cumplimiento de sus deberes religiosos no empañaba la cordial y amistosa relación que lo unía a nuestro grupo juvenil, muy indiferente en materia religiosa44. PINO, Rafael del. Manuel de Falla y Granada. Granada, Guías del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, 1996, s.p.   .


José Bergamín

Otras veces solía yo decir que había conocido personalmente a dos santos en mi vida: Jacques Maritain y Manuel de Falla. Ahora, en mi recuerdo, me parece que no he conocido más que a uno: Manuel de Falla. Al que dediqué, con su complacido consentimiento, uno de mis primeros libros: «Mangas y Capirotes», llamándole «maestro en la música y en la fe». […] Y es que Manuel de Falla, el santo, no podía morir. Su voz viva en su música tampoco tenía que volver: no se fue nunca de sus «noches en los jardines de España. Y es que ratificando lo anterior, Manuel de Falla permanecerá siempre en el recuerdo de Granada y, por supuesto, en su música 55. BERGAMÍN, José. «Manuel de Falla», Litoral. Revista de la Poesía y el Pensamiento, nº 35-36 (1973), p. 26-28..


Wanda Landowska

Con mi mirada nostálgica abarco su querida casita, el jardín, la vista de Granada. Para su hermana, mi mejor recuerdo, y para usted, tan evangélicamente bueno y sencillo, mi amistad ferviente, fiel y afectísima66. LAMBERBOURG, Sophie (ed.), Epistolario Manuel de Falla - Wanda Landowska (1922-1931). Granada, Archivo Manuel de Falla y Universidad de Granada, 2022, p. 139.  .


Ramón Pérez de Ayala

De aquí y acullá, a menudo surtían agudos cipreses sombríos, como dardos de unos ojos negros. Más allá se desarrollaba el tapiz persa de la vega; con su arabesco geométrico y sus infinitos matices sedosos. A un extremo del horizonte, Sierra Elvira, gentil color de lirio. Del otro, la celestial Sierra Nevada, de porcelana rosa, como si habitase en su interior la luz increada. Percibíamos en inefable éxtasis, «la música callada, la soledad sonora». Inhalábamos efluvios del alma de Granada.

En uno de estos cármenes se recogió largos años la casta y honda inspiración de Falla. Falla era algo frailecillo; cartujo por su recogimiento; benedictino por su asiduidad; franciscano por su mirada limpia, límpida, de éxtasis deleitable, ante las obras de Dios; carmelita, por la pureza exquisita de su música. Hace pensar en el otro carmelita, San Juan de la Cruz. Jamás se han empleado imágenes de los sentidos con expresión más inocente, lustral, cristalina, y traslúcida como «El Canto Espiritual». Asímismo en la música de Falla el alma narcisista de Andalucía y su voluptuoso cuerpo, y aunque sin perder nada de su apasionada humanidad, (línea, ritmo, colorido, aroma), aspira y se remonta hacia lo descarnado e incorpóreo77. PÉREZ DE AYALA, Ramón. «Los Cármenes de Granada. El espejo opaco». La Prensa (Buenos Aires), 10 de agosto de 1941. 
.


Luis Jiménez

Una figura escueta, de estatura más bien baja, la silueta del busto de patricio andaluz, nariz aguileña, perfil romano, y, sobretodo dominaba la mirada acerada bajo las cejas espesas, una mirada luminosa y penetrante que subrayaban los párpados ligeramente arqueados; los labios finos, apretados, con un rictus que revelaba a la vez resolución y espíritu disciplinado y austero; el gesto abierto, a la vez un tanto reservado o distante. En fin: el porte de un prócer, pleno de señorío, pero con un señorío templado por la humildad, por una recatada modestia que delataba, desde el primer momento, el total dominio del hombre por el cristiano; el hombre era un tanto intimidante, pero el alma se revelaba luminosamente cordial y abierta88. JIMÉNEZ, Luis. Mi recuerdo humano de Manuel de Falla. Granada, Universidad de Granada, 1980, p. 15.   .


Juan Alfonso García

Manuel de Falla es prototipo indiscutible de vir religiosus, de cristiano cabal y consecuente. Diría más: su personalidad religiosa es vigente; su actitud cristiana tiene fuerza de ejemplaridad para el cristiano de hoy [...].

Para unos, su religiosidad viene a ser la expresión de un espíritu aprisionado, férreamente constreñido por apriorismos hereditarios o preestablecidos, o coaccionado por las limitaciones, dolencias y torturas de orden psíquico. En otros casos, se deja entrever la sospecha de interpretar su religiosidad de la forma más grosera imaginable, dentro de los confines de lo maniático, la beatería o el fetichismo. Me han llegado a herir profundamente ciertas expresiones insinuantes dichas con una leve sonrisa maliciosa. Para ser sincero, también se ha exagerado desde el otro extremo: se han emitido apresurados y fervorosos juicios canonizadores y sean enarbolado con demasiada ingenuidad, como bandera definitoria, las palabras de Pío  XII: «hijo predilecto de la Iglesia».

Lo dicho ya: entiendo que Falla fue un cristiano cabal. Fue la suya una fe adulta y madura; no ciertamente la fe del carbonero, contra la que tan violenta como justificadamente se alzó la voz de Unamuno. Valentín Ruíz Aznar y Juan María Thomas, sacerdotes que lo trataron muy de cerca, coincidieron en definir el perfil religioso de Falla como de cristiano en espíritu y en verdad, en oposición a cuantos entienden y practican la religión a lo fariseo o a lo publicano. Mas no confundamos esta actitud con una aceptación cándida y despersonalizada de las costumbres e ideologías imperantes en la Iglesia y los cristianos de su tiempo, si no con una actitud de total honradez y de fino juicio crítico…

Se confesó siempre cristiano católico-romano. Pero no sólo de palabra, sino con la verdad de sus obras. Cristalizó su Fe en un modo personal de sentir cristianamente  y de vivir evangélicamente. [...]

Es cierto lo que se dice sobre su figura monacal y su vivienda ermitaña; sobre su austeridad de vida, su ascetismo de espíritu y su rigurosa meticulosidad de costumbres; sobre su preocupación por la limosna y su incondicional  aportación de  ayuda en cualquier necesidad ajena. Todo esto es rigurosamente cierto. Pero si nos quedamos sólo en el dato escueto, sin ahondar hasta la raíz que lo motiva y le da sentido, corremos el riesgo de caer en el vacío ridículo de la caricatura. Falla, repito, supo encontrar su propia personalidad religiosa, su específico modo  de vivir el Evangelio de Cristo99. GARCÍA, Juan Alfonso. Falla y Granada y otros escritos musicales. Granada, Centro de Documentación Musical de Andalucía, 1991, p. 88-89.   .

subir